El aborto ha sido un tema muy conflictivo desde hace años,
pues cuestiona si es el “asesinato” de una criatura o no, por lo que los
gobiernos han hecho leyes diversas apoyándolo o prohibiéndolo.
La Iglesia a lo largo de la historia ha sido una dura
crítica con el aborto, considerando que, desde el momento en el que se engendra
el individuo, es una persona, por lo que el aborto, siempre y cuando fuera
provocado, sería un asesinato en toda regla, quitándole la vida a uno de los
hijos que Dios ha decidido traer al mundo.
Sin embargo, desde mi punto de vista, el abortar de manera
artificial, siempre en manos de profesionales, es viable en ciertos casos, como
en el caso de un embarazo provocado por una violación, o en el que el feto
venga con problemas importantes evidentes que se observan antes de que el bebé
nazca, por medio de estudios genéticos o ecografías, que no le van a permitir
llevar una vida normal, siendo muy difícil, con una enfermedad que le haga daño
y sufra más en vida, al igual que los padres, los cuales tendrán que decidir si
realizarlo o no, ateniéndose a las consecuencias tanto de elegirlo como de no
elegirlo, pues puede ser una decisión que te cambia la vida por completo.
Por otra parte, no estoy de acuerdo con el aborto provocado
como método anticonceptivo, es decir, utilizado después de haber mantenido
relaciones sexuales sin protección alguna y provocando un embarazo no buscado,
sin cumplir las recomendaciones para no llegar a este punto. En esos casos, el
aborto no sería viable, pues ha sido una falta de la pareja, no de la genética
o por casos de embarazos por la fuerza y sin consentimiento.
Por todo ello, se debería hacer un estudio o recogida de
datos antes de permitir el aborto a cualquier persona en cualquier
circunstancia. No obstante, en muchos casos, hay un gran arrepentimiento tras
elegir el aborto como solución, pues muchas parejas o mujeres habrían podido
vivir y disfrutar con aquel hijo que se formó dentro de ellas.